.:. OTRO CIELO .:.

 

Margarita Porete fue una mística medieval que, a fines del siglo XIII, escribió una obra titulada Espejo de las almas simples, donde critica a la jerarquía católica por sus prácticas religiosas, llamándola “Iglesia pequeña”, y proponiendo un amor unitivo con Dios, cuyos adeptos conformarían la “Iglesia grande”. Esta obra despertó –como era de prever–  las sospechas de la inquisición, y luego de una serie de procedimientos, fue detenida y como se negó a abjurar, fue condenada a muerte y quemada en París en 1310. Un monje que al comienzo la defendió, fue también acusado, pero sin tanto valor como ella, se retractó y sólo fue condenado a prisión. Las copias de su obra fueron también secuestradas y quemadas. Sin embargo, como siempre sucede, sobrevivieron copias y el hallazgo y reconstrucción del Espejo, durante el siglo pasado, merecería una novela. Lo importante es que desde entonces Margarita Porete ocupa un lugar relevante en el panorama del pensamiento medieval, sobre todo femenino.

 

Cuando comenzaron las sospechas sobre su obra y según ella misma cuenta, encargó a tres doctores de la Universidad de París la redacción de una censura. Dos de ellos fueron negativos, pero uno, al que califica como un “fraile franciscano de gran renombre”, da una censura muy positiva, aunque advierte que es un texto difícil, que debe ser correctamente entendido y no es lectura para cualquiera. Estas censuras también se han conservado, aunque son anónimas. Pero un grupo de investigadores y estudiosos ha propuesto la hipótesis –muy plausible–  de que este franciscano de gran renombre fuera Juan Duns Escoto, que por ese tiempo justamente enseñaba en París.  Y sobre todo porque hay aspectos notablemente coincidentes en el pensamiento religiosos de ambos, aunque expresados de manera muy diversa. Pero también Escoto, siguiendo a su Padre San Francisco, criticó ciertas prácticas y modos de pastoral de la jerarquía y abogó por la teología del “Cristo total” (con notable semejanza con el “Amado lejano-cercano” de Margarita).

 

Ivo Kravic presenta en Otro cielo, en forma de realismo mágico, este acercamiento de almas en como un diálogo sostenido entre ambos cuando Margarita es juzgada por los inquisidores, hecho que sólo pudo darse en otra dimensión, en “otro cielo”, pues cuando Margarita fue condenada Escoto ya había muerto. Pero en este “otro cielo” pudieron encontrarse, también para provecho de las buenas almas que ambos querían salvar. La historia nos dice que tanto los verdugos como el pueblo que siempre asistía a esos espectáculos, quedaron muy sorprendidos por el espíritu de Margarita frente a la hoguera, lo cual le reportó inmediatamente una considerable popularidad entre los marginados. La obra de Kravic recrea este aspecto a través de las expresiones de algunos integrantes de esos grupos de desheredados y fantasiosos que pululaban por la ciudad.

 

La obra fue estrenada el pasado sábado 6 de abril en el Teatro Fray Mocho, un lugar dedicado desde hace muchos años a difundir expresiones valiosas del teatro independiente. Fue dirigida por el Prof. Emilio Urdapilleta, ampliamente conocido en el ámbito teatral y operístico argentino, con un elenco de entusiastas actores de su propia escuela de teatro.  Su puesta en escena y dirección, sobria, como corresponde a una obra de cámara como está, logra transmitir el profundo mensaje espiritual  a través de contraposiciones actorales de gran efecto.

 

Verónica Colombo  fue la protagonista, dando el tipo exacto del dulce y a la vez fuerte carácter de Margarita,  con una interpretación impecable en que sacó excelente partido de un texto difícil, porque hay trozos que son citas del Espejo y que por su carácter poético y antiguo no resultan fáciles de teatralizar sin caer en el recitado, peligro que fue muy bien obviado.

 

El joven Guillermo Ceijas en el rol de Escoto, confiere a su personaje un matiz de fraternidad, comprensión y dulzura que –más allá del personaje histórico real– conviene perfectamente al papel que el autor le asigna en la obra, donde finalmente se sugiere que es él mismo quien salva la única copia que escapó del fuego. 

 

Cristian Méndez como “el Ángel de Filadelfia” (monje cobarde), trabaja con sutileza pequeños matices de una personalidad un tanto retorcida, que se niega a reconocer su cobardía, intenta justificarse y hasta legitimar a los inquisidores, en una típica expresión de “panquequismo” que todos podemos apreciar en muchos órdenes de la vida y no sólo el religioso.

 

Enrique Tognolini como el “poeta” traduce muy bien lo que debió ser uno de aquellos artistas marginados que sin embargo sabían gozar de la vida y al mismo tiempo entender a quienes elegían caminos arduos, como Margarita. Y como el fraile ayudante de Escoto, a la inversa, se muestra como un auténtico “hermano menor”.

 

Carlos Demarco, como el obispo inquisidor, muy sobrio y severo, da la nota adecuada que marca la gran diferencia de los agentes del drama: el oficial y el de las “almas simples”, la iglesia “pequeña” y la “grande”.

 

Priscila Barreda Oro está excelente en el papel de la vieja, la que convoca desde su propia larga experiencia vital el poder corrosivo y sanante del fuego.

Paula Cabrera y Rocío Galante como almas “en pena” (o mujeres de la calle, como se prefiera), aportan una nota colorida, por momentos exasperante, que no se desliga del drama, sino que lo acentúa por contraposición.

 

Muy interesante la escenografía sencilla y sugerente, así como un vestuario moderno, en que los personajes se identifican por las capuchas que se van colocando. Este vestuario fue diseñado y ejecutado  por Paula Cabrera.

El diseño  sonoro original que acentúa los efectos dramáticos es del Director. Muy acertada a mi juicio la idea de poner en off y con fondo musical melódico el único texto que en la obra escapa al realismo y se convierte en lo que es en el original, poesía pura: la “despedida a las virtudes” que reza Margarita antes de morir.

 

Felicitaciones a Ernesto  “Pocho”  Michel por haber puesto el teatro a disposición de este proyecto, que luego de la representación, y en un pequeño ágape entre elenco, personal del teatro y unos pocos invitados, departió sobre la obra y en general sobre las dificultades y a la vez los méritos y las alegrías de hacer buen teatro en este tiempo de crisis.