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Expo Iconografía Navideña, por Clara Cortazar

 

 

Toda la iconografía ortodoxa se basa en un postulado esencial de la fe cristiana: Dios, invisible e inasible, Se hizo visible y tangible en Jesucristo. Si el Verbo Se hizo carne (Jn 1, 14) toda carne (toda materia sensible) se hizo Verbo y nos habla. Las formas y los colores son un Evangelio visual.

Los iconos de la Natividad de Jesús se atienen a la tradición evangélica y – en algunos casos – eclesial. La “carne” histórica de ese acontecimiento se manifiesta por el paisaje, los pastores, los ángeles, el pesebre, la Madre y José, personajes todos que el relato del Evangelio (Lc 2, 6-14) enumera. El buey y el asno, recordados por Isaías (1, 3) y entrados muy tempranamente en el imaginario navideño, son también infaltables. En los iconos del Oriente cristiano es habitual ver también a los Magos (Mt 2, 1-12), pues la Iglesia bizantina celebra simultáneamente la Navidad y la Epifanía. Pero la representación es más o menos sintética: A veces, como a menudo en el arte románico occidental, sólo el Niño en el pesebre, María y José y el buey y el asno bastan para expresar el misterio.

Algunas formas lo interpretan y dan lugar a una meditación: el pesebre se ha convertido en un altar: es el lugar del sacrificio. Otras veces, se ha convertido en una gruta profunda que parece un sepulcro, mientras que el Niño está envuelto en pañales semejantes a las vendas con que se cubrían los cadáveres: el Niño vino para morir. Nada hace pensar en el aspecto risueño de la Navidad contemporánea, con campanitas y Papá Noel. Nada suscita un sentimentalismo superficial, y hasta malsano… Estamos ante un descenso inimaginable del Dios omnipotente que nos mira a través de los ojos de un recién nacido. La pobreza del pesebre es insignificante frente a la pobreza de nuestra humanidad.

La Madre, siempre acostada o sentada (nunca de rodillas), es la flor de esa humanidad purificada que se abre incondicionalmente, en su virginidad profunda, a la Voluntad del Padre, y que por eso se convierte en fecunda.

Romanos el Meloda, (s. VI), canta: “Hoy la Virgen da al mundo el Eterno, y la tierra da una gruta al Inaccesible. Los ángeles y los pastores lo alaban y los Magos avanzan con la Estrella. Pues Tú naciste por nosotros, Niño pequeñito, Dios anterior a los siglos”.

 

¡Buena y santa Navidad para todos!